Diario Coronavírico: DÍA 6, unas ganas terribles de hablar con alguien

Cuanto más tiempo paso en mi hogar, más desgracias ocurren. Creíamos que tener la casa descuidada era una tragedia, pero solo porque nunca habíamos probado a tenerla demasiado cuidada. Hoy al mediodía me he puesto a preparar puré de repollo. No, no me gusta el repollo. Lo odio. Por eso lo hago en papilla con la batidora. Para hacerle daño. Todo iba sobre ruedas. Aquello sonaba como una desbrozadora y el repollo gritaba agonizante mientras yo lo dividía en cachitos diminutos con toda la saña del mundo. De vez en cuando le gritaba: “RÍNDETE REPOLLO O TE HARÉ PEDAZOS” y me partía de risa. Pero de pronto, la batidora ha sufrido una pequeña explosión y se ha detenido.

Tras reponerme del susto, aún con la voz temblorosa, he llamado al Servicio Técnico y, contra todo pronóstico, he tenido una conversación con un ser humano por primera vez desde que empezó el confinamiento.



– Buenos días, mi batidora ha soltado un chispazo y no funciona.
– Bueno dígame. ¿Desde cuándo le da problemas?
– Desde siempre. Normalmente salpica cuando hago merengue. Si no hago merengue, también salpica. Esta mañana, por ejemplo, hacía una mañana soleada, los pájaros estaban cantando en el tejado del vecino, que se ha cambiado de casa y ahora vive en frente, porque se casó con la hija de la panadera, la hermana del tipo que solía comprar el periódico a las nueve de la mañana y luego iba a misa. La panadera era buena señora. Falleció hace unos meses. Se atragantó con un corrosco de pan. En la panadería trataron de auxiliarla haciéndole tragar un montón de miga de pan.
– Oiga, ¿usted lleva muchos días sin hablar, verdad?
– Sí. ¿Por qué lo dice? Tengo la sensación de que llevo en silencio desde que estornudó el primer chino de la Historia en Wuhan.
– Se nota. Bueno. Dígame. ¿La batidora funciona o no?
– Desde siempre. Normalmente salpica cuando hago merengue. Si no hago merengue también salpica. Esta mañana, por ejemplo, hacía una mañana soleada, los pájaro estaban cantan…
– Vale, vale. Oiga. Siga atentamente mis instrucciones, tomando las debidas precauciones. ¿De acuerdo?
– De acuerdo.
– Le recuerdo que esta conversación podría ser grabada para mejorar su experiencia de cliente y que… – en este punto ha empezado a emitir sonidos a gran velocidad con un ritmo monótono durante un cuarto de hora-… ¿Es correcto?
– Es correcto.
– Coja la batidora. Sitúela con las aspas hacia arriba como si fuera un calamar al revés.
– ¿Un calamar al revés?
– Un calamar al revés.
– Lo tengo.
– Muy hábil. Ahora, muy lentamente, apáguela y enciéndala de nuevo.
– ¡Hecho!
– ¿Funciona?
– De acuerdo. En ese caso tiene que llamar al Servicio Técnico.
– ¡Ah! ¿No estoy hablando con el Servicio Técnico?
– ¿Quién coño es usted, entonces, señora?
– La de la limpieza. El servicio técnico teletrabaja desde el Caribe. Mi consejo es que les envié un mail y después vaya a comprarse otra batidora.
– Pero, ¿por qué hace usted esto?
– Mire, yo también tengo ganas de hablar, ¿comprende? Soy humana. Ha sonado el teléfono y…
– Sí. Le entiendo. De hecho, mi batidora no funciona. Desde siempre. Normalmente salpica cuando hago merengue. Si no hago merengue también salpica. Esta mañana, por ejemplo, hacía una mañana soleada…

Me ha colgado. ¿Cómo pretenden fidelizar a los clientes así? Esto, en Alemania, no pasa. Allí te atiende una máquina y solo te pasan con un humano si eres capaz de insultarla durante un cuarto de hora sin coger aire y sin repetir la misma palabrota dos veces.

Al final, he pedido una batidora alemana. En Amazon Alemania. Tengo dudas de haber hecho bien el pedido. Mi alemán era fluido hace 500 años pero ahora es posible que se parezca más al chino de Chiquito de la Calzada. Tengo la mosca detrás de la oreja, porque al darle a “confirmar pedido” me ha salido una casilla de verificación: “Antes de efectuar la compra, verifique que dispone de autorización para volar drones en el espacio Schengen”. He dicho que sí. Esto es Internet. ¿Quién va a venir a mi casa a pedirme el maldito carnet?

Les dejo. Llaman a la puerta.


En medio de la crisis del coronavirus Itxu Díaz ofrece en abierto este Diario Coronavírico repleto de humor y crónicas de actualidad.