Diario Coronavírico: DÍA 11, el confinamiento de los que somos intelectuales

Dicen que hay que ejercitar el intelecto. Hoy me he puesto a hacer un sudoku y he tenido que llamar a Emergencias con una neurona enredada en el páncreas. Creo que me he chamuscado el coco. Ahora cada vez que hago una suma, me da hambre. Si hago una resta, se me cierra el ojo derecho. Y si intento hacer una raíz cuadrada, me da la risa, aunque eso me ha pasado siempre. La llamada al seguro médico ha sido un mal trago, he terminado con hambre, un ojo cerrado y un ataque de risa a la vez.

– Cuénteme, ¿cuál es su situación?
– Muy dalarida. Tenga una neurana enredada en el páncreas.
– ¿Cómo dice?
– Que tenga una neurana que se me ha hecha un lía en el páncreas.
– ¿Cómo ha ocurrido eso?
– Hacienda un sudaku.
– ¿Un sudoku?
– Sí, un Sudaku.
– ¿Y por qué dice Sudaku y no Sudoku como todo el mundo?
– Porque desde el enreda, na pueda prununciar la a…
– La a la pronuncia usted cojonudamente. ¿Se refiere a la “o”?
– Sí.
– ¿Y por qué no puede?
– Parque me tira el páncreas si panga la baca en esa pasicián.
– Comprendo su caso… ¿Pero sabe usted que están los médicos a tope?
– Estay canfinada. ¿Pera na irá usted a dejarme así, verdad?
– No, no, no… ¡Cómo íbamos a dejarle usted con la neurona atada al pánceras! Oiga, ¿y si está quieto le duele?
– No.
– Pues quédese quieto.



Durante un rato, nada más colgar la llamada, he permanecido inmóvil. Después me he dado cuenta de que estoy haciendo el idiota, y he comprendido que tendría que deshacer el lío por mí mismo. He pensado que tal vez ejercitar el intelecto en materias en las que esté más entrenado, podría solucionar la lesión provocada por la intensidad matemática del sudoku. Mira que lo sabía. Yo sabía que antes de hacer un sudoku, debía entrenar con unas sumas y restas fáciles. Pero no. Con la emoción del instante, me lancé, la cabeza se me puso a seiscientos grados y, un segundo después, el enredo.

Por cambiar de actividad intelectual, he cogido uno de esos videojuegos de preguntas y respuestas. En la categoría Cultura yo debería saberlo todo. Soy un puñetero intelectual. Veamos. Primera pregunta: “¿de qué color era el manillar de la famosa bicicleta de Julie Andrews en Mary Poppins?”. Me quedo en shock. Lo que más me humilla es que pongan “la famosa bicicleta”. Paso a otra pregunta. “¿Cómo se llama el perro de la suegra de Dan Brown?”. ¡Cielos! A duras penas sé quién es ese analfabeto. Supongamos que, en un ataque de realismo, al perro lo han llamado Dan. Respondo con firmeza: “¡Dan!”. Error. Respuesta correcta: “Setkalokfer Pfeimankascet”. No sé cómo no he podido recordarlo. Último intento. “¿En qué película Jeff Bridges carraspea y dice “aaammm…” mientras se rasca la cabeza como si tuviera piojos?”. ¡Esa la sé! ¡Es de mis preferidas! “¡El Gran Lebowski!”, respondo emocionado. Error. Respuesta correcta: “en todas”. Desisto.

Me he puesto a dar vueltas por casa con ese gesto de melancolía en la mirada que solo exhibe el que se ha visto contrariado por un enredo entre una neurona y el páncreas en medio de un arriesgadísimo intento de resolver un sudoku. Por la ventana veo a seis vecinos respondiendo sudokus y ninguno parece tener secuelas. Uno de ellos responde un sudoku con la mano derecha y resuelve un crucigrama con la izquierda. Es chino. Luego nos sorprende que el virus haya salido tan listo.

Finalmente he decidido no volver a utilizar mi cerebro en unos días, de modo que me he puesto a escribir este diario.



En medio de la crisis del coronavirus Itxu Díaz ofrece en abierto este Diario Coronavírico repleto de humor y crónicas de actualidad.