Los líderes comunistas nunca mueren, el estreno semanal de Itxu Díaz en The American Spectator

A continuación reproducimos en español el primer artículo artículo semanal de Itxu Díaz para The American Spectator el sábado 2 de mayo de 2020. 

Me intriga la posible muerte de Kim Jong-un pero me preocupa más confirmar la de su peluquero. Ese tipo podría estar todavía suelto por ahí dejándole a la gente el pelo como un paralelepípedo. Trump debería dejar de espiar la proliferación nuclear de Corea del Norte y centrarse en la mayor amenaza actual contra Occidente, que es ese peluquero, que obtuvo el título en una academia de esquiladores bovinos, y que corta el pelo tan bien como el comunismo resuelve la penuria económica de un país.

Las últimas noticias señalan que Kim Jong-un podría no estar muerto sino borracho, rodeado de bellas jovencitas, en un barco de lujo, a salvo del coronavirus. De ser cierto, seguro que su peluquero está a bordo. Bombardear el barco sería una buena opción pero si prefieres una operación quirúrgica puedes lanzar un comando de peluqueros de Nueva York con paracaídas. Pon una tijera abierta y amenazante sobre un cabello de Kim Jong-un y te darán permiso de inmediato para arrojar a su estilista a los tiburones. Vi algo parecido en A-Team.

En los regímenes comunistas los líderes no mueren. Los que mueren son todos los demás. Fidel Castro murió tantas veces que en este momento soy incapaz de recordar si está vivo o muerto. Chávez no está muerto, según Maduro, quien desveló que le visita de vez en cuando en forma de pequeño pajarito y le da consejos. Se trata del primer pajarito del mundo que da órdenes de torturar a toda la población de un país. Todo un campo abierto de estudio para National Geographic. Y una oportunidad para Trump: un viejo Winchester 73 sería suficiente para acabar con el comunismo en Venezuela. ¿A qué estás esperando para abrir la temporada de caza?



Ni siquiera Lenin está muerto del todo. Su momia se expone en la Plaza Roja de Moscú. Tras su muerte en 1924, más de dos centenares de científicos trabajaron sobre su cadáver para lograr mantenerlo con un cierto aspecto primaveral que no desalentase la revolución. Si quieres una imagen gráfica de lo que significa el comunismo, piensa en el gasto anual del mantenimiento de la momia de Lenin: en 2016 fueron 198.000 dólares. Además, expertos en fenómenos paranormales han descubierto que el líder revolucionario se mueve ligeramente algunas noches. Por esa pasta, lo extraño es que la momia no se dedique a hacer el baile de Travolta en Pulp Fiction por todo el mausoleo.

La gran diferencia de Lenin con el resto de los líderes comunistas muertos es que al ruso le quitaron el cerebro antes de embalsamarlo. Es posible que a los demás no se lo encontraran. El neurólogo alemán Oskar Vogt fue contratado para estudiar a fondo el cerebro del dictador. En 1930 Vogt publicó sus emocionantes hallazgos: algunas neuronas de Lenin eran más grandes que las del resto del mundo. Todavía no se sabía que el tamaño no importa. Por otra parte, con la emoción del momento, nadie se dio cuenta de que ese hallazgo también podría revelar la diferencia entre ser un cabrón normal, o un cabrón de dimensiones superiores a la media.

De todos los comunistas inmortales, mi preferido es el padre Kim Jong-un. Se llamaba Kim Jong-il y eso confundía un poco a quienes llamaban por teléfono al palacio y decían: “Querría hablar con Kim”. La secretaria respondía entonces un remarcado: “¿Jong-UN o Jong-IL?”. A lo que el que llamaba solía responder: “¿Señorita, podría dejar de hacer abdominales y ponerme con Kim de una maldita vez?”.



En 2011, cuando murió Kim Jong-il, el régimen tardó un par de días en anunciarlo en el canal oficial de noticias. La presentadora se echó a llorar. Supongo que la estaban apuntando con un AK-47 detrás de la cámara. La chica dijo entonces que durante el óbito, el dictador, a quien el régimen le atribuía poder sobre la naturaleza, realizó un milagro haciendo que los termómetros marcaran la temperatura mínima del invierno.

Todo esto había empezado años atrás. El régimen comunista aseguraba que el dictador había nacido en una montaña sagrada y que durante su parto surgió en el cielo un arcoíris que trajo un adelanto primaveral. Por eso en su muerte, según el régimen, se produjeron extraños fenómenos meteorológicos, incluyendo olas de gran altura. De todos estos relatos funerarios norcoreanos, mi preferido es el de la grulla. Según la agencia oficial, en el momento de la muerte de Kim Jong-il, una grulla se posó sobre su estatua en la ciudad de Hammhung, guardando un evidente duelo en postura de dolor y recogimiento y, cito textualmente a KCNA, “velando la pérdida, incapaz de olvidarle”.

Por eso desde que empezaron los rumores de la muerte del sanguinario comunista Kim Jong-un, no paro de mirar con ansia a las grullas desde mi ventana, confinado en casa con unos prismáticos en una mano y una gran botella de champán preparada en la otra.



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