Ondas gravitacionales para entendidos

Esta columna de Itxu Díaz fue publicada originalmente en Diario Las Américas de Miami el  8 de marzo de 2016. 

En el principio estaba la nada, la oscuridad, y un Clinton intentando llegar a la Casa Blanca. Se produjo una explosión enorme, de la cual nadie ha reivindicado aún su autoría, y comenzaron a brillas las estrellas. Sin embargo, gozaban de unas mágicas propiedades: se veían muy pequeñas y a medida que te acercabas se iban haciendo más grandes. Exactamente al revés que las estrellas que puedes ver ahora por la calle.

Einstein describió con tanta claridad las ondas gravitacionales que nos ha costado un montón de años inventárnoslas de un modo razonablemente creíble. Hace días un grupo de científicos anunció la detección directa de estas ondas. Las cazaron en un enjambre de agujeros negros y, francamente, es el primer lugar donde yo habría buscado.

Las ondas, para los amigos, se producen por la fusión de dos agujeros negros a cerca de 410 megapársecs de la Tierra. En lenguaje científico, para los entendidos, un pársec equivale a un huevo, por lo que una distancia de un solo megapársec supone que todo esto está ocurriendo lo suficientemente lejos como para no poder ir y volver en el mismo día. Según mi calculadora científica, 410 megapársecs equivalen a mil pares de huevos de distancia; lo que en castizo llamamos un huevo de pato, y esto significa que la detección de las ondas gravitacionales se ha producido muy cerca ya de donde se esconden esos mensajes de correo electrónico que archivas por accidente con la nariz, cuando lees mails en cama con el iPad apoyado en la barbilla.

En una primera escucha, el hallazgo sonoro de los detectores LIGO pone la piel de gallina. El audio demuestra que los investigadores han conseguido grabar el ruido del metro a su paso por alguna estación espacial. Y todo ello a 410 mega pársecs de distancia. Una escucha reposada muestra también, en segundo plano, un mensaje de voz de Einstein, partiéndose de risa, pero este extremo, de discutido rigor, jamás será admitido por la ciencia. Einstein tenía un extraordinario sentido del humor, al menos antes de empezar a experimentar con peinarse metiendo los dedos en el enchufe.

La clave de este hallazgo es que nos permite vincular el origen del universo a una fusión de agujeros negros, quedando bastante claro que todo ocurrió de un modo bastante oscuro. Tanto como para que –digámoslo- sea más fácil que España tenga este siglo un presidente del Gobierno, que el hecho de que alguien vaya a lograr desentrañar el secreto del origen del cosmos.

No ayuda, tampoco, la parquedad de las Escrituras. Eso de “en el principio Dios creó el cielo y la tierra” fue una pista increíblemente generosa por parte de las Alturas, pero en el relato no queda claro cuál fue el papel de las ondas gravitacionales; ni se detalla dónde se coge el metro que conduce hasta ellas. Del texto tampoco puede deducirse fácilmente qué propiedad divina bendijo a Einstein para estar en primera fila en un acontecimiento tan relevante, cuando otros llevábamos siglos acreditados para esa misma convocatoria de prensa, íbamos mucho mejor vestidos, y no nos dejaron pasar.

Con todo, hablamos de un descubrimiento recogido por los aparatos durante 0,2 segundos, con los agujeros negros moviéndose a una velocidad de entre el 30 y 60% de la velocidad de la luz, que es más o menos lo que promete tardar Trump en resolver todos los problemas del mundo sin despeinarse, un aspecto en el que el candidato presidencial lleva varias lociones capilares de adelanto sobre Einstein.

Un análisis más reposado del asunto de las ondas gravitacionales nos lleva a la conclusión de que a partir de ahora podremos escuchar cómo era el universo cuando tenía un segundo de edad. Eso nos previene ante nuevos y sorprendentes audios que publicará LIGO, con intenso ruido de máquinas perforadoras, martillazos por todas partes, albañiles gritando “¡estrella va!”, y angelitos decoradores dando instrucciones: “Júpiter un poquito más a la derecha, chicos, que está descentrado con respecto al eje del cuadrado de pi elevado al ángulo obtuso de Venus, por favor”. Es todo tan emocionante que me apetece ser astronauta y exclamar aquello que exclamó el poeta: dadme un punto de apoyo y tendré un punto de apoyo.