The Daily Caller publica un breve ensayo de Itxu Díaz sobre Trump y el temperamento de los políticos

The Daily Caller publica esta semana un breve ensayo del periodista y escritor Itxu Díaz sobre Donald Trump y el temperamento de los políticos de España y América Latina. Con consideraciones de carácter pragmático en el análisis político estadounidense («Los demócratas quieren darles a los hispanos una identidad. Los republicanos quieren que los hispanos ganen dinero»), o sobre el modo de hacer política de Trump («Si raelmente Trump hubiera bombardeado todos los países a los que atacó en Twitter, tendría que multiplicar por cien el gasto en Defensa»), el autor presenta una tesis provocadora que podría explicar por qué el actual presidente de Estados Unidos mantiene, en líneas generales, el apoyo de los votantes hispanos.

El problema de la defensa de la soberanía nacional en los estados, también está presente incluso a la hora de hacer un balance histórico: «Si ningún país hubiera protegido su tierra, no existirían las naciones, y viviríamos todos bajo la dictadura de algún país despótico que sí defendiera su autonomía territorial».  También la libertad individual en la batalla ideológica ocupa una parte del artículo de The Daily Caller, en planteamientos que pueden resumirse en la cita de Gómez Dávila que figura en el texto: «La libertad es derecho a ser diferente, la igualdad es prohibición de serlo».

Volviendo a Trump, Itxu Díaz sugiere que la «testosterona» parece ser «a veces» su asesor privilegiado: «Toma las decisiones en caliente, las anuncia y finalmente hace lo que le apetece. En cierto modo me recuerda a Shakespeare, que dijo eso de ‘Los mejores hombres son los de pocas palabras’ y luego escribió Hamlet que tiene unas 30.000 palabras. Son imprevisibles». 

En definitiva, el artículo plantea la existencia de un movimiento global por el que la derecha política está empezando, «por primera vez en años», a expresar lo que realmente piensa sobre debates contemporáneos, sin preocuparse de lo que vayan a pensar los demás. «El mundo anglosajón estaba más familiarizado con las sutilezas constitucionales», escribe Itxu Díaz, «Obama era incapaz de alzar la voz por encima de sus principios. Bush solía ser hierático, como si tuviera mercurio en la sangre. Y el único muro en el que pensaba Bill Clinton era el muro que debería haberle construido Hillary alrededor. Ninguno de ellos se atrevía a decir abiertamente lo que piensa». Y no parece que al grueso de los votantes anglosajones les estén resultando tan alarmante que, de pronto, un presidente o un líder de la oposición digan, para bien o para mal, «lo que realmente piensan».

A continuación, el comienzo del artículo The Caudillo President: Trump’s Temperament May Scare Liberals, But Latinos Have Seen It Before:

Hay una gran diferencia entre enfatizar y estar poseído por la ira. Enfatizar es lo que hace John Wayne cuando ofrece un ultimátum a algún forajido antes de romperle los dientes de un puñetazo. Estar poseído por la ira es lo que le pasa al Coyote cuando termina cada episodio de Wile E. Coyote and Road Runner.

Enfatizar es lo que hace Trump cuando señala con el dedo a un oponente demócrata. Estar poseído por la ira es lo que hacen los ucranianos cuando quieren ser trending topic en las redes sociales y deciden liarse a tortas en el parlamento. Y si crees que los políticos hispanos tienen mal carácter es porque no has visto en YouTube la batalla campal del parlamento de Taiwán de hace un par de años. Ahí no había tipos gritando o tensando un poco la cuerda. Había bofetadas, llaves de judo y un montón de lunáticos arrojando sillas a la cabeza de sus oponentes políticos. En comparación, Trump y los líderes políticos hispánicos son un ejemplo de mesura, sutileza y timidez.

A Trump le gusta España. Eso es lo que le confesó al presidente del Gobierno de España –que es Pedro Sánchez, por nuestros pecados- hace unos meses. Y no me sorprende. Trump es como el prototipo de hispano acodado a una barra de bar. Habla a gritos, opina con pasión de asuntos muy variados, y se le hinchan las venas del cuello cuando habla de política. España tiene un parlamento en el que los políticos acostumbran a golpear su escaño con las manos o con objetos o señalarse con el dedo. Lo hacen para protestar, pero también para enfatizar cuando están enfadados. Y a menudo están enfadados. No es una cuestión de mala educación sino de temperamento. Tal vez eso mismo podría decirse de Trump. Es solo una forma enfática de hablar, la misma que comparte con la mayoría de la hispanosphere. Pero, ¿es su política tan bruta como su forma de expresarse?

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