¿De dónde vienen los niños?

Esta columna de Itxu Díaz fue publicada originalmente en Neupic el  18 de octubre de 2014 . Ilustración: Íñigo Navarro.

Es hora de desmentir de una vez por todas que papá ponga una semillita en mamá. Lo he probado y no funciona. Ni con geranios, ni con tulipanes. Con marihuana parecía que aquello iba a prender pero luego todo quedó en humo. Hemos tragado mucho tiempo con esta mentira sobre el origen de los niños. Después de varias décadas de estudio, estoy en condiciones de asegurarte que, si quieres tener bebés, lo último que debes hacer es plantar semillitas en ningún sitio. Te saldrán jardines, que también hay que cuidarlos, pero no es exactamente lo mismo. Si no me crees, intenta cambiarle los pañales a un rosal sin pincharte.

Existen viejas controversias sobre la explicación real de la procedencia de los niños. Lo más probable es que procedan de un parque infantil, y eso explicaría por qué se pasan el día queriendo volver allí. Al fin y al cabo todos queremos regresar a nuestros orígenes. Y no conozco a ningún niño que quiera volver al pasillo de Jardinería, Plantas y Flores de Leroy Merlin.

Quizá, en esto de la fabricación de niños, haya varias formas de llegar al mismo lugar. En principio, para hacer un bebé es necesario un hombre, una mujer, y un montón de papeles. Aunque sí pones una PlayStation en mitad de la calle y esperas lo suficiente también aparecerán cientos de niños. Es posible que alguno sea tuyo.

En cuanto al hecho biológico en sí, convienen aclarar que la intervención del varón resulta fundamental a la hora de aumentar la familia. Alguien ha de conseguir reservar un vuelo a París. En cuanto a la mujer, su participación también resulta vital. Alguien ha de conseguir no olvidarse al niño en el aeropuerto a la vuelta.

En algunos casos, urge que el bebé llegue cuanto antes. Por ejemplo, cuando va a empezar el curso escolar. Queda feísimo que todo el mundo lleve a sus niños al colegio mientras tú paseas al perro. Es entonces cuando optamos por meter al hombre y la mujer en una habitación poco iluminada. La despensa puede servir. Primero se organiza una cena romántica. La despensa está llena de latas de bonito. Lo bonito es enemigo de lo bello, creo. Prende una vela y se convertirán en un manjar. Más tarde, tras el intercambio de piropos de rigor, se alcanza el momento cumbre del proceso, en el que el chico abre su paquete sorpresa y extrae el obsequio previsto como regalo para la futura mamá: una cigüeña. En adelante ocurren una serie de asuntos turbios que desencadenan que la cigüeña levante el vuelo y decida largarse de allí en dirección a París. El resto ya se sabe. Dejar pasar el tiempo. El bebé en el pico, los pañales, los biberones. Puede que los papas engorden durante el proceso de espera del bebé. Generalmente calman los nervios por la espera del pajarraco abonándose al McDonalds.

Obviamente, la respuesta a los pedidos parisinos no es inmediata. Desde que se encarga hasta que llegan a casa pasan varios meses, los justos para que puedas colocar la habitación, y la cuna, y que el niño no tenga que dormir en tus brazos hasta el inicio de sus estudios universitarios. Además las cigüeñas están desbordadas en París, trasladando criaturas sin descanso. Ciertamente, Dios pudo haber pensado en algún pájaro un poco más rápido como medio de transporte. Por ejemplo, en el Pequeño Nicolás.

Luego está el asunto de los estornudos y su incidencia en cada baby boom. Hay tipos tan animales que se reproducen por esporas. Así que deben evitar estornudar encima a una mujer, salvo que quieran tener hijos con ella. Por una razón científica que se me escapa, las esporas se desprenden con los estornudos y eso, al parecer, provoca que las cigüeñas que sobrevuelan la zona enloquezcan y suelten a los niños a voleo.

Conozco al menos otra forma de hacer bebés. También se necesitan un papá y una mamá, y una serie de condiciones. Pero ahora mismo no sé explicar cuál es el papel de la cigüeña en este método. En cuanto al bebé, supongo que llega de París en el pico de mamá. Entretanto, es probable que papá esté intentando comerse a la cigüeña en casa mientras ve algún partido de fútbol, en vez de estar construyendo la cuna, que es lo que debería estar haciendo.

De todos modos, yo no tengo ni idea del verdadero origen de los bebés. La ciencia que estudia todo este asunto se llama pornografía.