El español defendido

Por su interés reproducimos el artículo de Itxu Díaz para Diario las Américas, de Florida, del 6 de noviembre de 2020.

Vergüenza de Cervantes. Vergüenza de Lope de Vega. Vergüenza de Quevedo, de los Machado y Delibes. De Galdós, de Manrique, de Fray Luis de León. Vergüenza de Valle-Inclán, aunque tosco homenaje le rinden a su manido esperpento. Vergüenza de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa de Jesús, de Espronceda, Becquer, Zorrilla, de Góngora y de Darío. Vergüenza de Concepción Arenal, de Emilia Pardo Bazán, de Rosalía, de Cela, Lorca y Ortega. De Larra, de Gómez de la Serna, de Miguel Hernández, de Foxá, de Jardiel, de Mihura. Vergüenza de nuestros menores de las letras, de nuestros iguales, y de nuestros mayores: ¿qué otra cosa es la lengua si no memoria? Vergüenza y oprobio de nuestros cantantes, de nuestras canciones, de nuestros autores y actores, y escritores, bohemios del verso y vividores. Vergüenza, toda y humillante, la que siente el Gobierno de Pedro Sánchez de todos ellos, de tantos otros, de todos nosotros, hoy, que han aprobado que el español deje de ser lengua oficial de España. El español. Lengua oficial. En España.

Para cualquier español, resulta difícil explicar al mundo cómo hemos llegado a semejante extremo de estupidez, que creíamos que la idiocia tenía límite, que la brutalidad tenía coto, que la gilipollez tenía fin. Y aún así y todo, ya lo ves. Aquí el socialista Sánchez gobierna solo gracias al apoyo de los comunistas de Podemos y los independentistas de diferente patología, los que odian oficialmente a su patria española; digo “oficialmente”, porque a estas alturas no hay duda de que comunistas y socialistas odian a España por igual, desprecian su Historia, su legado, su gente, y su papel en el mundo. A Sánchez ni siquiera le queda el consuelo de saberse rehén del totalitarismo catalanista, porque el suyo es el secuestro más feliz y más deseado de la historia de las privaciones de libertad. Si en verdad estuviera preso de los independentistas catalanes y de los amigos de la ETA, sería solo por vicio sadomasoquista.

Una vez más: todo socialista contemporáneo lleva dentro a un traidor en potencia. Y salta de la potencia al acto con una facilidad que asombraría al mismo Aristóteles, que habría de ampliar su teoría señalando el término traición, como la facultad de todo izquierdista de zaherir su propia historia, su propia cultura, su propia nación, su propia gente, entontecer a sus propios estudiantes, y prender fuego a sus propios libros.



El español ya no es idioma oficial de España por orden del Gobierno de España. Supongo que lo siguiente será bombardearnos con nuestros propios aviones militares, hundir nuestra propia economía -en eso hay que reconocer que están trabajando con tesón-, y dinamitar nuestros museos, nuestras estatuas, y lanzar al océano nuestros libros. En esto último también están trabajando intensamente, pues hoy también el Gobierno socialcomunista de Sánchez e Iglesias ha creado un comité político para combatir la “desinformación”, que traducido al español que ellos desprecian tanto como desconocen, significa en resumen instaurar la censura, no solo a los medios de información, que ya sería suficiente delito, sino a toda la población, a través de las redes sociales, que son el principal objetivo de este plan con sabor inequívocamente chavista.

De cuando en vez, aún se permite el faramallón de La Moncloa fingir un pequeño amago de respeto institucional, mientras lentamente, entre él y su pequeño Ché, van descuartizando todo lo que con gloria lleva el nombre de España por el mundo; hoy es el español y ayer fue el Rey Felipe VI, porque anteayer fueron nuestros empresarios de éxito internacional -véase Amancio Ortega- y mañana seremos todos y cada uno de los españoles. Y ya dará igual cuál sea la excusa esta vez.

En sus tumbas se revuelve nuestra historia e identidad ante este absurdo asalto. En sus tumbas, nuestros autores y nuestro pasado, por ver que el futuro que un día construyeron, cuando el español se hizo lengua global del mundo en la primera aventura globalizadora de la Historia, se desvanece ante el silencio y desconcierto de la gente común, que bastante tienen con hacer frente día a día a la ruina económica, sanitaria y social a la que nos están arrastrando.

Por suerte, son como una mosca intentando importunar a un cíclope. Aún con la confianza en que las justicias y la Constitución frenarán más pronto que tarde este asalto a los derechos más básicos de todos los españoles, pesará sobre este gobierno socialcomunista para siempre el escarnio y el deshonor de haber intentado censurar el español en España. ¡En España! Serán por siempre el hazmerreír de los más de 500 millones de personas que hablan español en el mundo en el año 2020; que sueñan en español, que negocian en español, que escriben en español, que se aman en español.  Serán la alfombrilla en la que los historiadores y cronistas de mañana nos limpiaremos los pies, recitando en desagravio viejos versos, en este idioma precioso y universal con el que el buen Dios tuvo la feliz ocurrencia de bendecirnos.

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