La NASA se une a lo políticamente correcto y hace el ridículo, artículo de Itxu Díaz en National Review

A continuación ofrecemos en español el artículo de Itxu Díaz para la revista National Review del 12 de agosto de 2020. 

La última paradoja de la estupidez progre: la NASA, una organización creada para colonizar todo el maldito universo, quiere borrar todo rastro de los nombres de posibles colonizadores en sus archivos de objetos cósmicos, como parte de sus políticas de diversidad. Pero esa es la segunda noticia. Para la mayoría, la primera noticia es que la NASA tiene una Office of Diversity, que “dirige políticas, programas y servicios de diversidad y derechos civiles, lo que permite que el universo de talento disponible contribuya de manera inclusiva y equitativa a la NASA”. Según informa la agencia, el primer nombre que van a borrar es el de la Nebula Esquimal, que en opinión de estos científicos es “racista” y “colonial”. Y el segundo, Galaxia Gemelos Siameses, que consideran claramente “inapropiado” y “ofensivo”, aunque no aclaran si lo es para las galaxias, para los siameses, o para los gemelos. De todos modos, tengo algunas cosas que decir al respecto.

Antes, ante la presión ideológica asfixiante de los apóstoles del marxismo cultural, uno podía soñar con irse a la luna y vivir ajeno al mundo moderno. Pero ahora el sueño ha terminado. La NASA quiere que la luna y todo el espacio sean lugares políticamente correctos, pero incluso si nos ponemos de su parte en esta lucha, hay que reconocer que, como les gusta decir a los progresistas, “queda mucho por hacer”.

Aunque la Nebulosa Esquimal fuera una nomenclatura terriblemente perversa, la misma galaxia NGC 2392 es también conocida con el nombre Nebulosa Cara de Payaso, algo que no parece inquietar a la NASA, pero que sin duda constituye un atropello para los payasos, para las personas que cuentan chistes, para los que les gusta llevar el pelo de colores, para los que tienen la nariz roja, y para los que gustan de usar zapatos de tallas enormes.

El universo está lleno de lugares horribles y claramente discriminatorios. El nombre de Nebulosa de la Calabera, en la constelación de Cetus, invita claramente al asesinato y produce escarnio en todas aquellas personas que tienen cráneo; la Nebulosa Cabeza de Caballo, supone un acto de acoso contra el colectivo de las personas que tienen el cuello muy largo; mientras que la Nebulosa del Espirógrafo son una burla hacia todas las personas que no tenemos la remota idea de lo que es un espirógrafo. Pero hay más.

Hace unos días, en el boletín de novedades de la NASA, celebran la llegada de la Luna de Esturión, llamada así porque los antiguos pescadores lograban pescar más esturiones en agosto, cuando es visible este fenómeno lunar. Según mis propias investigaciones, este espectáculo que alegra profundamente a los de la agencia espacial, entristece profundamente a los esturiones, que durante años han perdido a sus hijos, madres y hermanos en este mes salvaje de holocausto marino. También anuncian en su web diferentes avances en la investigación sobre los agujeros negros, y es difícil concentrar más racismo en el término elegido por la agencia: se trata de algo que atrapa todo lo que hay alrededor, lo que solo puede interpretarse en términos despectivos y claramente raciales.

La agencia ha anunciado recientemente que el telescopio Webb está iniciando un pormenorizado estudio sobre Júpiter, un planeta cuya denominación debe ser extinguida cuanto antes, porque rinde homenaje a un dios que para ascender al trono no dudó en aliarse con sus hermanos y declararle una penosa guerra a su padre que se extendió durante diez años. ¿Cabe mayor depravación que declararle la guerra a papá por ascender al poder? Sí, sí que cabe: la de Saturno, un planeta sobre el que la NASA también está trabajando sin mostrar ningún cargo de conciencia.

Como los científicos de la NASA saben, Saturno debe su nombre al dios de la agricultura y la cosecha en la mitología romana. Su hermano mayor, llamado inofensivamente Titán, le cedió el reinado, pero solo bajo la extraña condición de que no tuviera hijos. Titán era un maniático. Sea como sea, Saturno, en su ansia por llegar al poder, aceptó, si bien no estuvo muy inteligente al elegir a su mujer: Ops… ¡la diosa de la fertilidad! La tragedia se veía venir: tuvieron un montón de hijos. Pero Saturno había ideado un plan perfecto para evitar que Titán le retirara la corona: comérselos. Creo que, en memoria de todos los hijos que a diario son devorados por sus propios padres en cualquier rincón del mundo, la NASA debería eliminar inmediatamente el nombre de “Saturno” de todos sus catálogos y cambiarlo por alguno alternativo e inocuo, como “El de los anillos”, “Uno que brilla a veces”, o “Ese que está ahí”.



Pero la relación de la NASA con la mitología también es muy extraña. Hasta hace poco los nombres de las misiones eran algo casi aleatorio, se daba prioridad a lo científico. Hoy es al revés. Desde 2017 la NASA está desarrollando el Programa Artemis, que se anuncia como la misión que llevará “a la primera mujer y al próximo hombre a la Luna” en el año 2024. Al margen de la discusión sobre si hay alguna diferencia científica entre enviar a un hombre o una mujer a la luna (sospecho que si insinúas que se trata de una oportunidad, tal vez duermas en el sofá esta noche), lo realmente inquietante es el nombre elegido: el de la diosa Artemisa.

Se supone que es una deidad muy feminista porque es chica, virgen, y tiene los mismos atributos que su hermano, Apolo, que la mitología muestra como un tipo bastante afeminado.  Sin embargo, si avanzas un poco más allá del cliché, descubres la verdadera personalidad de Artemisa: bella, cruel, inestable, vanidosa, violenta, vengativa y caprichosa. A Artemisa, por ejemplo, le gustaba bañarse en pelotas con sus ninfas. En una ocasión el príncipe Acteón se las encontró en pleno chapuzón cuando estaba de caza con sus perros. Artemisa lo castigó por haberlas visto desnudas, convirtiéndolo en ciervo y contemplando satisfecha cómo era devorado por sus propios perros. No sé qué piensa la NASA, pero no es el tipo de mujer que yo recomendaría meter en un minúscula cápsula en compañía de un hombre para un viaje espacial de unos 26 días de duración.

Pero a la NASA le gusta Artemisa y, desconozco cómo van los preparativos científicos del viaje, pero sé que el departamento de diversidad está trabajando a tope en el asunto: de hecho, fuentes de la agencia explican que para esta misión han diseñado un logotipo que muestra a una mujer sin rasgos, para que cualquier chica pueda verse identificada con él.

Incluso si crees que Artemisa es una buena elección porque, a fin de cuentas, Acteón pudo pagar el pato de una sociedad patriarcal y abusiva, y etcétera, conviene recordar que esta diosa era particularmente cruel con las mujeres. Aura, la diosa de los días fríos, sugirió un día que su belleza y virginidad eran como la de Artemisa, de quien dijo también que era demasiado femenina como para ser realmente virgen. Aura sembró sutilmente la duda, pero la respuesta de Artemisa fue furibunda y, de conocerla, podría provocar sudores fríos en la Oficina de Diversidad de la NASA: Artemisa castigó a la diosa Aure a ser violada salvajemente por Dionisio, hasta el punto de que enloqueció y se convirtió en una peligrosa asesina de hombres, empezando por sus propios hijos gemelos a los que engulló de un bocado nada más nacer.

Intento ponerme en la mente de los responsables de diversidad de la NASA y supongo que al final, el problema de la mitología griega y romana es que esos chicos no estaban lo bastante familiarizados con el cambio climático, el Black Lives Matter y la convención de Ginebra.

Quizá, detrás del programa de la NASA para renombrar los objetos celestes no haya más que un intento de justificar la existencia de una Oficia de Diversidad absurda, algo como si en los laboratorios que buscan la vacuna contra el coronavirus, en vez de avanzar en su desarrollo, estuvieran celebrando largos debates para decidir si la vacuna llevará nombre masculino o femenino; y espero sinceramente no estar dando ideas a los poderosos de la nueva izquierda.

Pero sea como sea, lo único que demuestra la NASA al pretender cambiar el nombre de objetos como Nebulosa Esquimal es ausencia de sentido del humor, y es que la seriedad extrema es norma innegociable entre los apóstoles de la diversidad, la igualdad, -que por cierto, son términos antitéticos-, la pluralidad, y demás corrientes del marxismo cultural dominante.

Hace algunos años, cuando trabajaba en televisión en un informativo de humor, llamé en directo a la NASA para que lo escuchara toda la audiencia. La noticia del día era que un pequeño meteorito había caído en un pueblo del noroeste de España y decidí primero llamar en directo a la asociación de odontólogos, para evaluar los riesgos de quedarse sin dientes en caso de un desafortunado impacto, y más tarde llamar a la oficina nacional de la NASA para consultar si los españoles deberíamos salir a la calle con casco de ahora en adelante. Mientras los odontólogos me colgaron el teléfono sin dejarme hincar el diente a la cuestión, la secretaria que atendió el teléfono en la NASA, con más sentido del humor, declinó entre risas poder hacer declaraciones al respecto, incluso aunque se lo razoné: “usted, que vive ahí en el espacio, entre los marcianos, tiene información privilegiada que puede ayudar a los ciudadanos y está en el deber de compartirla”. Ante mi insistencia en la supuesta ansiedad de todos los españoles ante la posibilidad de nuevos meteoritos, la muchacha zanjó la entrevista diciendo que si “eso les hacía sentir mejor”, los ciudadanos podían salir con casco a calle.



Horas después, el titular de la entrevista hizo fortuna en la prensa y en las redes sociales: “La NASA recomienda salir con casco a la calle ante la caída de meteoritos”. Las risas se escucharon hasta en la John F. Kennedy Space Center y eso hemos de agradecer a aquella telefonista de la NASA, a la que tal vez deban consultar su opinión los de la Office of Diversity antes de seguir haciendo el ridículo. Porque un poco de sentido del humor es a menudo el mejor antídoto contra la estupidez. Ignoro si la señora telefonista fue despedida o, en su caso, enviada a la luna. Pero, donde esté, mi homenaje a su humor astronómico.

Y es que todo esto de la nomenclatura, de centrar la mirada en el envoltorio y no en el contenido, me recuerda a esa historia que se contaba en el viejo Madrid. La de una monja, viejecita y de sonrisa encantadora, que subió a un Metro atestado de gente, cargada con dos grandes bolsas y gritando “¡Cuidado con los huevos, cuidado con los huevos!”. Un pasajero, enfadado, la increpó: “Pero Madre, ¿a quién se le ocurre meterse en el metro en hora punta con dos bolsas de huevos?”. Y la monja, aún con su sonrisa dulce, respondió: “no son huevos, son alfileres”.

Lee el artículo original en  National Review