La sombrilla

Es probable que en el siglo X a. d. C. los chinos ya usaran paraguas. Según mis historiadores de cabecera, estos artilugios figuran en vasos pintados de Grecia. Los griegos eran muy hábiles para casi todo. Así que no descartaría que con diez o quince murciélagos fabricaran un paraguas. Lo único que nunca han sabido hacer son los yogures; que Grecia se cree que ha inventado el yogur cuando lo único que han descubierto es la nata con leche.

Este artículo de Itxu Díaz fue publicado originalmente en La Región en julio de 2014 como parte de la serie «Usos y costumbres del verano». Más artículos de Itxu Díaz en ‘El siglo no ha empezado aún. Crónicas de un periodista en búsqueda activa de descanso’. A la venta en nuestra tienda. Ilustración: Íñigo Navarro.

INSTALACIÓN DE LA SOMBRILLA

La sombrilla ha de instalarse en un lugar donde no haya otra sombrilla. Está muy mal visto aprovechar el agujero de otro –de su sombrilla- para introducir la nuestra. Debe clavarse en un lugar sin piedras y, a ser posible, donde no haya nadie tomando el sol. Es verdad que en verano la gente agradece un poco de sombra. Pero es un agradecimiento que se disipa a gran velocidad, en la medida en que además de darle sombra le atraviesas algún órgano vital, por ejemplo el teléfono móvil.

Clavar la sombrilla. Los varones creen que se trata de una actividad que requiere fuerza bruta, y que por tanto, desde la Edad de Piedra hasta hoy, está reservada en exclusiva para ellos: los machos. No lograr clavar una sombrilla a la primera está considerado en muchas culturas como una gran falta de hombría.

Hay tipos que fallan al clavar sus sombrillas por la reacción natural de la playa ante un pinchazo. La solución es no mencionar la palabra “sombrilla” en ningún momento, dar tres suaves golpecitos a la arena, y al cuarto clavar a traición la sombrilla hasta el fondo. El objetivo es coger a la playa por sorpresa.

Una vez clavada puedes hacerle una gran montaña de arena alrededor. Esto no sirve para nada y no evita que salga despedida con el viento, pero resulta tan divertido como hacer castillos y menos sospechoso para un cuarentón. Además, al verlo, a toda la gente que te acompañe creerá que así la sombrilla está más segura.

EL VIENTO

Cuando el viento arrastra una sombrilla por la playa, siembra el pánico. En ocasiones termina su aventura con diez bañistas ensartados en su puntiagudo palo, a modo de pincho moruno. Si vas a utilizar una sombrilla muy grande y muy puntiaguda, no es descabellado hacerse un seguro que cubra pinchos morunos.

SOL Y SOMBRA

Concibo la playa como el lugar para tomar el sol. No alcanzo a comprender la costumbre de ubicarse bajo una sombrilla. Si no quieres que te de el sol, en casa tienes una sombra gigante que además no se la lleva el viento. Recuerda que la mayoría de los que te rodean en la playa quieren sol. Si quisieran frío se habrían ido de vacaciones al Polo Norte.

 

Resulta esencial observar las normas de educación. No des sombra a nadie que no te lo haya pedido. Aunque no lo creas, debido al movimiento de traslación oblícua de los polos geofrénicos de la órbita de la Tierra en interacción con la defensa geoscilatoria de la potencia fridagéurica del plano perpendiculoide al sol, la sombra se mueve. Si a las doce cubre el círculo donde está tu toalla, tres horas más tarde es muy probable que tape el sol a tu vecino. Tendrás que redirigirla o bien declararle la guerra al vecino. Al fin y al cabo, tú tienes una sombrilla con la que embestirlo, y él difícilmente podrá hacerte sangre golpeándote con ese best seller de bolsillo.

TAMAÑO

No está regulado aún el tamaño de las sombrillas en España. Como norma, rige el principio de la solidaridad. Esto implica que el tamaño de tu sombrilla no debe rebasar el diámetro de la suma de todas las demás.

INCENDIO

En caso de incendio en la sombrilla, lo primero es mantener la calma. Y lo segundo, ya que tienes mar y cubos de playa, comenzar a arrojarle puñados de arena al fuego y a gritar como un loco. Esto desconcertará a todos y permitirá a los periodistas locales salvar la edición de mañana, que siempre es un problema en verano.

ATRAPADO

Seis de cada diez bañistas varones que se proponen gestionar una gran sombrilla y que presumen de haber comprado la más moderna del mercado, mueren engullidos por la misma tras un cierre accidental e irreversible. Esto ocurre porque te empeñas en tirar de las cuerdecitas interiores. En alguna de ellas está la clave que activa el mecanismo mortal y es imposible saber cuál. Si te ves atrapado dentro de una sombrilla, pide ayuda. Grita. Pero no te verán. Así que mi consejo es que comiences a saltar como un canguro por toda la playa hasta que alguien se decida a aplacarte y llamar a los bomberos.

Los ratones son expertos en escapar de sombrillas de tela, comiéndoselas. Es otra táctica que puedes probar, si crees que tus incisivos son lo bastante incisivos.

PERDER LA SOMBRILLA

Hacia el final del verano es importante quedarte sin sombrilla. Es la excusa para que el año que viene puedas comprarte otra. Que no hay nada más deprimente que esos tipos que acuden a la playa con sus sombrillas con imágenes de Cobi y logotipos de Barcelona 92. Y, sin duda, la forma más rápida de perder tu sombrilla es guardándola en casa en el cajón de la sombrilla.